¿Cuál es el peor día de vuestra vida? Un día decidí preguntar qué día sería ese para las personas que me rodeaban. Lo pregunté a muchos de mis amigos, a mi familia, a compañeros de trabajo, e incluso lancé la pregunta en internet para que mis “ciber amigos” de Facebook y Twitter pudieran también tener voz.
Os puedo asegurar que tuve todo tipo de respuestas, pero sólo una persona me contestó algo que me conmovió.
Hay gente que me dijo que el peor día de su vida fue cuando no consiguieron trabajar en un sitio que ellos ansiaban.
Otra gente me dijo que su peor día fue cuando rompieron con su pareja.
Otros me dijeron que fue el día en que perdieron a un familiar muy muy querido.
Estas tres razones fueron sin duda las más comunes, entre muchas otras contestaciones más aisladas y particulares.
Pero la respuesta de la que os quiero hablar y a partir de la cual mi mundo empezó a funcionar, fue la de uno de mis amigos: “El peor día de mi vida fue el día en que lo dejé de intentar, el peor día de mi vida fue cuando me dí por vencido”.
Me miró sonriendo y me explicó que cada día podíamos encontrar cientos de razones para dejar de luchar. Cada uno sabe por qué lucha, por qué hace lo que hace, a dónde quiere llegar y, aún más importante, cómo quiere que sea su camino por el que realmente disfrutamos -más que en ninguna cima a la que queramos llegar-. Que rendirnos es muchas veces lo más fácil, pero es un camino sin retorno. Allí lo perdemos todo, incluso a nosotros mismos.
La vida puede zarandearnos, de hecho lo hace sin cesar. La fortaleza de verdad está en seguir adelante, en pensar que podemos ser felices pese a todo, en mantener la ilusión de luchar por algún motivo. En NO rendirnos.
Me explicó la fábula del elefante encadenado. Un pequeño elefante que de bebé fue encadenado a una pequeña estaca clavada en el suelo. Luchó y luchó tratando de liberarse, pero nunca lo conseguía. El peor día de su vida fue el día en que dejó de intentar desencadenarse. Fue el día en que creyó que no sería capaz, que no podía.
Los años pasaron y el elefante creció. Resultaba ridículo verlo encadenado. Triste y resignado a esa vida, creyendo que no podía conseguirlo. Pero con la fuerza descomunal que cualquier elefante adulto tiene, de un simple tirón hubiera sido libre.
Quizás el mejor día de mi vida fue el día en que mi amigo me contó el peor día de su vida.
NO os rindáis. Que NADIE os diga si podéis o no hacer algo. Si queréis iros a la otra punta del mundo a estudiar, a trabajar, a volar, a vivir… Da igual vuestra edad, da igual lo que opinen los demás, cada segundo cuenta y no los podemos recuperar. Vuestra vida es sólo vuestra, no la malgastéis poniéndoos cadenas que en realidad sólo existen en vuestra mente.